28 dic 2010

Lo que hemos sido



Quedaría como el título de una peli cursi hablar de lo que hemos sido o de cuánto nos hemos dado. No se pueden contar las hojas secas que hemos rescatado del suelo del parque para ocupar una maleta antigua, reutilizada, casi salvada al borde de su destrucción, unas jaulas que han ido perdiendo barrotes y distintos espacios que han otoñecido a la vez que iba llegando el frío y nos acercábamos más a los guantes y la bufanda.

Podríamos decir que ésta ha sido la historia de un café con leche y un té en leche (infusionando) cualquier tarde de otoño en Córdoba. También de muchas cervezas y abrazos post-poéticos-fotográficos-pictóricos, muchas llamadas, emails y viajes sur-norte/ norte-sur pero también Vallellano-Cañero, Cañero-Casa de la Juventud, Vallellano-Judería... Y seguiríamos... Porque hemos cargado perchas, hemos llevado el plotter a cuestas y nos hemos dado a una causa creada a la medida de muchos pero, sobre todo, a la nuestra.

Otoñeces ha sido una verdadera experiencia estética, eso sí, compartida y tremendamente cotidiana. A veces ha sido tan difícil como ser padres primerizos. Otras, tan satisfactoria como para no parar de reír en años. También ha habido fiebres y llantos, gritos, insomnio, chismes...
Y todo ello nos ha hecho otoñecer como nunca habríamos imaginado.

A todos los que habéis formado parte de esta aventura, muchísimas gracias. Gracias por haber creído en la poesía, el otoño, en esta locura tan cuerda e intrépida. La hemos hecho entre todos, se ha ido configurando día a día, paso a paso, como quien aprende a andar. Nosotros hemos tenido que aprender a otoñecer. Y, una vez otoñecidos, hemos tenido que ser conscientes de que los pies comenzaban a quedarse helados una tarde en el patio y que nos metía prisa el frío y llegaban las bufandas... Le hemos dejado paso al invierno (que no a 'Invierneces'). Ahora, nos disponemos a hibernar.

Antes de ello, queríamos daros las gracias a todos los que habéis conformado nuestras redes otoñales, a los que se han enfrentado al micro, a la pared de un patio, al café, a los dulces, al transporte del equipo, a la impresión del material otoñal, a cámaras de fotos, a niños lanzándose al escenario a la conquista de un poema, a las señoras mayores del mercado, a los maniquís y otras figuras inanimadas, a las cervezas y vermús post-recitales, a los zapatos y el camino, a la luz en las afueras, a los viajes hacia el amor (con un billete de ida o de vuelta), al lenguaje de signos (que también es poesía), a las hojas secas/sueltas, a las meriendas, los mosaicos, las bufandas... A los que habéis seguido el recorrido otoñal que proponíamos entre lugares más o menos comunes y versos (también fotos).

Gracias por creer en Otoñeces, por otoñecer con nosotros.

¿Que ahora qué? El frío, el año nuevo... Y los amigos, los cafés, las cervezas, las risas, los versos, las fotos... Todo ello son abrazos otoñales. Y abrigan, abrigan mucho más que algunas bufandas.

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2 dic 2010

Que el otoño llegue al final...

Era algo inevitable, algo que tenía que pasar, aunque luchemos contra las condiciones atmosféricas y nos empeñemos en seguir otoñeciendo y ver cómo anochece en el patio del Soul Food, todo cubierto de hojas secas, mientras los pies se quedan como cubitos de hielo. Y nos acatarramos. Y está bien acatarrarse por Otoñeces pero... El invierno está ahí, casi a la vuelta de la esquina, y, pese a que ya nos lo han sugerido algunos, no tenemos ningún interés en que Otoñeces se convierta en 'Invierneces', que los otoñales somos más de braserito y manta y chocolate caliente y castañas asadas.

Por eso, vamos a hacer que nuestra última cita sea muy especial. Se trata de una apuesta fuerte, un gran cartel y, aunque hemos tenido problemas con el espacio y nos hemos visto obligados a mudarnos, otoñeceremos como de costumbre.

Sábado 4 Diciembre
17.30 horas
Salón de Actos de la Delegación de Cultura
(C/ Capitulares, frente al Ayuntamiento)
Con Eduardo García, Rafael Antúnez y María González
y la intervención en el espacio de Nona León y Rosario Villajos


No nos vais a faltar ahora, ¿no?

20 nov 2010

Combinaciones otoñales: 'Poesía y lengua de signos'


Habíamos otoñecido ya de muchas maneras para aquel entonces. Se podría decir, incluso, que la percha no pesa tanto, que el ploter es fácil de colocar si tenemos cuerda a mano y que el equipo de sonido ha perdido toda su complejidad. Hemos otoñecido en plural y en singular, en conjunto.
Esta sesión la comenzábamos con un aplauso de antemano.


En la historia de Otoñeces hubo siempre muchas manos de por medio, de las sanguíneas, también de las inertes o artificiales. Siempre nos hemos visto rodeados de manos (manos que escalan por paredes, que conectan micros, recortan pescados, que arañan pupilas, hacen mosaicos de bizcocho, empuñan pinceles...). Nunca nuestras manos habían conformado una familia tan especial como la de esta sesión, porque el viernes 19 de Noviembre alrededor de las 12 horas en el Patio de Arte de la Facultad de Filosofía y Letras comenzamos a escuchar con los dedos, a hacer, más que nunca, poesía de manos y cuerpos. Y no se trataba sólo de que esa fuese la idea principal de la sesión, la combinación de la poesía con su interpretación en lengua de signos, que Otoñeces siempre apuesta por agudizar los sentidos... Es que nos dimos cuenta entonces, probablemente más que nunca, que siempre otoñecemos en colectivo, no ya porque seamos un colectivo, sino porque se han creado lazos que nos movilizan y nos llevan de un espacio a otro.

Andrés Rodríguez (todos recordamos ya a su Nefertiti, a pesar de su marido...) y Sara Toro, recién aterrizada de Granada (casi podríamos decir también que de Buenos Aires), eran los artífices poéticos de la sesión. Imprescindibles: Raquel, que tiene una voz de cantante de soul nocturna aunque ese viernes por la mañana lo que nos demostró es que, para comunicar emociones, para hacerlas saltar de ojo en ojo, sólo necesita de su cuerpo y sus manos, también de su rostro. Nos dejó con los pelos de punta, en consonancia con la voz de Andrés Rodríguez. Luego están los también imprescindibles Andrés, Ana, Jennyfer, Laura y Gloria, unos intérpretes aún más jóvenes, estudiantes del ciclo de Lengua de signos impartido en el I.E.S. Averroes, que se prestaron voluntariamente a darle vida a los poemas de Sara Toro y a las palabras que se lanzaron al aire de parte de Otoñeces. Hubo nervios, preocupación, algunas inseguridades los días previos, pero la noche del jueves celebramos -antes de la sesión- que el trabajo persistente con entusiasmo es lo que cuenta. Y el resultado nos conmovió, porque no se trataba sólo de palabras (o versos). Y hubo lágrimas de emoción. Y constatamos que los equipos de conforman día a día a base de hojas secas, de una semana para otra, incluso. Fuimos:

De izquierda a derecha: Jenny, Raquel, Ana, Laura, Ana Castro, Gloria, Andrés Rodríguez, Sara Toro y Andrés (y Juanma Prieto latente, aunque no físicamente en sí)

En los ojos se nos quedaron algunas de las escenas:

Preparativos

Andrés Rodríguez y las plantas

Presentación de la sesión. Ana Castro y Andrés

Raquel y Andrés Rodríguez

Jenny y Sara Toro

Y hubo más. Pero esas quedan para comentarlas entre café y café y cerveza y cerveza. Gracias a todos los que nos acompañasteis este viernes. Gracias a Balbi y a Lourdes, profesoras del ciclo de Lengua de signos del I.E.S. Averroes, que apostaron por nuestra iniciativa. Por supuesto, a la familia cercana que estuvo allí moviendo cables, cogiendo bancos, haciendo fotos... Entre ellos, María González, José G. Obrero, Salud Ortega, Marta Merino y María Sánchez.


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Fotografías de José G. Obrero. Para ver todo el álbum:
aquí.

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Vídeo de Salud Ortega Losada

15 nov 2010

Los otros mosaicos

Esta sesión era especial desde dentro. Todas nuestras sesiones son especiales, porque cada una aportan un sentido distinto a esta locura otoñal y nos erizan la piel de una forma diferente, porque cada una de las personas implicadas en ellas contribuyen de una forma única a lo que somos todos y porque los espacios hablan por sí solos y, a veces, ellos mismos desprenden ya de por sí poesía. El Museo Arqueológico, más en concreto, la Sala del Alcaide, nos ofrecía la posibilidad de jugar con la Historia, con el arte y la tradición dentro de una atmósfera cálida y acogedora. También estaba lo del 50% de Otoñeces detrás del micro como poeta, es decir, a título personal, y una parte muy significativa al otro lado, Eduardo Chivite, cuya contribución al proyecto, en forma de apoyo constante, es casi inestimable. Para añadir más, Paloma Montes López y su inmolación personal, casi a lo Juanma&Ana, haciendo de pastelera nocturna.

De esta manera, el panorama se desdibujaba como una serie de mosaicos entrelazados. A ello se sumaba, por otra parte, el público, más numeroso de lo esperado pero, sobre todo, que destilaba cariño y que hacía que por toda la sala brincaran destellos de afecto, sorpresa o entusiasmo. Estaban muchas caras conocidas, personas imprescindibles ya para Otoñeces, y otras tantas desconocidas que nos congratulan -si cabe- más.

Iniciamos la sesión camuflándonos, planteando la posibilidad de ser árbol (y argentino) o tormenta/ agua y las repercusiones que tendría ello para hablar del amor, con una pieza de teatro breve del señor Chivite que captó la atención e instó al público a continuar con todas las conexiones neuronales a punto para perfilar un viaje por el interior de Martha (Ana detrás del micro). El desamor como enfermedad o tristeza melancólica. Desde la perspectiva de Eduardo Chivite, poemas con títulos en latín y una visión renacentista. Desde la de Ana Castro, dilemas celulares, biológicos. ¿En resumen? Un billete de ida-vuelta al amor de frente-de espaldas con los brazos abiertos o muy pegados a sí para que cada cual, en función de su ideario particular y situación específica, escoja. Nosotros ofertamos los dos y repartimos los billetes, un diseño de Néstor Ortiz.

Finalizamos, después de un seudo-desnudo emocional, con un toque dulce a cargo de Paloma Montes López, otra de nuestras multidisciplinares otoñales, de esas que se implican al máximo a contrarreloj -aunque no nos pudo acompañar en la sesión por cuestiones de trabajo (jefes...)- y que siempre nos dejan con la boca abierta, aunque en este caso la cerramos para degustar los bizcochitos decorados con azúcar glass a modo de mosaico romano, una intervención efímera para degustar en una ocasión especial. En palabras de Paloma:
"La libre vinculada a la vieja divinidad Tierra madre, al simbolismo de las aguas fecundantes y regeneradoras, de la vegetación , de la renovación perpetua de la vida en todas sus formas. Son lunares porque duermen de día y brincan de noche, porque saben, a semejanza de la luna, aparecer y desaparecer con el silencio y la eficacia de las sombras, en fin, porque son hasta tal punto prolíficas..."

Y, así, otoñecimos de nuevo. Por supuesto, no sin antes dar las gracias a todo el personal del Museo Arqueológico que se implicó de manera descomunal, que cambió la dirección de focos, movió mesas, nos ayudó a colocar/recoger sillas, nos colocó el plotter... Agradecimientos especiales merecen las personas del Departamento de Difusión, Francisca López especialmente, y, por supuesto, Mª Dolores Baena, directora del Museo Arqueológico, una de las primeras en apostar por nosotros y poner el espacio a nuestra disposición.

¿Lo que vino después? Lo de siempre: un vermú, una cerveza, una copa. Muchas risas. Planes de hacer más cosas. Despedidas que empiezan y acaban con "nos vemos la semana que viene".

Para rememorar, fotografías de Sol, Salud Ortega Losada (mil gracias):


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Juanma Prieto presenta la sesión

Juanma Prieto & Eduardo Chivite

Eduardo Chivite, el árbol

Ana Castro: tormenta


Parte del público (caras conocidas, sí, también queridas)


Juanma Prieto repartiendo billetes de tren


La obra de Paloma Montes López

Degustación de bizcochitos (quasi-despedida)

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9 nov 2010

El secreto está en la raspa


Era cuestión de tiempo que Otoñeces se lanzase a aprender nuevos oficos. y que, de hacerlo, se propusiera hacerlo como Dios manda, es decir, empezando desde el principio. Nuestro principio fue la hora punta de las 7.15 de la mañana. Siempre estuvimos convencidos de que éramos seres nocturnos, aunque nunca pensamos que de esa manera. Sólo nos faltó ir a la lonja. Luego hubo que mover congeladores, pasar la fregona, algo de lejía para desinfectar la zona... Sin embargo, todo quedó disipado (y cuentan algunos que creyeron atislbar lágrimas de aivio y felicidad plena) porque le equipo funcionaba ya a las 8 de la mañana, es decir, que lo peor había pasado y que estábamos seguros de que no íbamos a tenr complicaciones técnicas 4 horas antes del comienzo del recital. Puro alivio.

De manera que dimos paso a nuetsro lado más creativo y sociable, esto es, que le dimos a la tijera y a nuestra fñabrica peculiar de pescados-raspa-separa-páginas e interactuamos con los tenderos de los puestos cercanos hasta llegar a una verdad universal de la que hicimos partícipe a todo el mercado: castañas de Cataluña, que se pelan con la suñas. todo un mantra.

Nuestra pescadería otoñal lució a base de pescados, pescaditos y poemas de algunos de los poetas del colectivo, entre ellos, las protagonistas del día: Alejandra Vanessa y verónica Moreno, grandes donde las haya. Escuchamos poemas relacionados con la comida. También con la tradición. Hubo alguna colaboración exitosa por parte del público y alguna sorpresilla que nos aportó el toque dulce: esponjitas rosas para todos, por cortesía de Alejandra Vanessa, porque no sería igual escuchar el "Cuento de la esponjita" sin comer esponjitas y sin ver cómo Verónica Moreno hacía como que lloraba por imperativo de Alejandra, que quería una interpretación muy concreta para ilustrar su cuento. Por supuesto, ahí estuvo presente también el "jabón de sosa" de nuetsra Vero.

¿Lo mejor? Las irrupciones de las señoras (en el sentido más convencional de la palabra) para canjear su "Vale por un poema", que habían recibido al efectuar alguna compra por e Mercado, y que respondían con un "Niña, yo de esto no entiendo. dame el que tú quieras. Y también otro pa' mi hermana, que tengo otro vale" cuando se las invitaba a acercarse a la mesa para escoger por sí mismas. Brutal.

Así que regalamos poemas, separa-páginas, risas e ilusión para un sábado por la mañana que no podía haber salido más a pedir de boca. Desde la coordinación de Otoñeces, sólo podemos estar agradecidos a las siempre estupendas Alejandra Vanessa y Verónica Moreno -sangre de nuestra sangre-, a los distintos otoñales que se dejaron caer por allí, por apoyarnos tanto y bañarnos de cariño, y a todos los asistentes, que se agolpaban entre frutas y carne. Mención especial merece Ana Mª, la guardia de seguridad del Mercado, cuya ayuda fue crucial para hacer todo esto -todo este surrealismo poetil otoñal- posible. También los tenderos que nos prestaron delantales y una cabeza de atún -de verdad- sangrante para aportar verosimilitud y olor (Otoñeves apuesta por los sentidos).

Simplemente, recalcar que nos divertimos muchísimo, que ha sido una de las sesiones que más hemos disfrutado desde dentro.

Inauguramos un nuevo concepto: firmar una raspa de pescado. Qué insólito.




Preparativos previos

Nuestra propia oferta: raspitas, poemas y una lustrosa cabeza de atún

Detalles para el público


El backstage: congeladores, agua, cepillos, olor a pescado...

Indumentaria otoñal de sábado por la mañana

Verónica Moreno y Alejandra Vanessa: un mano a mano


Trueque de vales por poemas


Una señora interactuando con Vero


(Fotografías de José G. Obrero)

2 nov 2010

También oír

Para no quedarse sólo con los recuerdos, las referencias o las fotos. Por cortesía de Salud Ortega Losada. Gracias.

Disfrutadlos. Un bocadito de lo que fue.





31 oct 2010

Crónica de una refugiada en Madrid


Yo no estuve, pero me lo contaron. Digamos que asistí a la sesión otoñalmente, pero desde el exilio. Desde el exilio casi todo se contempla con aire melancólico. O a lo mejor fue el frío inoportuno de Madrid, que hacía que pesase más estar a unos 400km de distancia del Soul Food una tarde de sábado (sábado 23) a la hora de la merienda.

Todos hemos tenido a lo largo de nuestra vida meriendas que parecen fotos. En este caso, yo no tuve merienda pero sí muchas fotos. Sin embargo, muy atenta al teléfono, a una llamada de Juanma Prieto, un sms de algún otoñal, me pareció saborear los dulces o desdoblar un poema de Joaquín para moder un barquillo. Sé que las niñas -el argot familiar de Otoñeces, que nos hace meter en un pack a Nazaret Castro y a María Ortega- estuvieron especialmente tiernas, aún más si cabe de lo que son, porque los sábados por la tarde con hojas secas en el patio tienen un carisma de dulzura casi mágico. Creo que el café tuvo un sabor diferente aquella tarde. Quizás fueron las plantas, la vegetación plástica fundida con la real.

Marta Merino, con un tono suave, casi diluido en invierno, habló de " la temperatura de un cielo sin enigmas". Joaquín Pérez Azaústre sacó su lado más otoñal -que también lo tiene, y está muy guapo con él- y nosotros lo encorsetamos en barquillos. Él quedó encantado con la experiencia. Me regaló, minutos más tarde del fin de la sesión, su crónica particular y, días más tarde, una reseña llena de ilusión y cariño. Yo le debo un gin-tonic. Con Marta me pasa lo mismo que con las niñas, que me muero de ganas de darle un abrazo grande grande.

El 'Soul Food' vibró con tonalidades casi sacadas de la infancia. ¿El mérito? De Lola y su creatividad. También de todo su equipo, que pusieron toda su creatividad, ganas y fuerzas al servicio de Otoñeces para darnos uno de los regalos más bonitos de octubre.

Gracias a todos por venir a merendar con nosotros. También a Salud Ortega Losada, (también a María) por sus fotos, que se tradujeron en sonrisas en Madrid.

Habrá otra merienda (domingo 28 de noviembre) aún más otoñal si cabe y esa espero que no me pille en el exilio. De momento, me quedo con recuerdos prestados en forma de fotos:

Detalles otoñales
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Joaquín Pérez Azaústre y Marta Merino durante el recital
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Nazaret Castro y María Ortega, que se declaran responsables de la intervención en el patio
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Marta Merino: casi invierno
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Joaquín Pérez Azaústre y su poesía otoñal
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Dulces y barquillos para con el café
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Las mesas del patio: poemas-objeto
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Detalle de la intervención de María Ortega y Nazaret Castro

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26 oct 2010

Joaquín Pérez Azaústre también opina acerca de Otoñeces


'Otoñeces'


Por Joaquín Pérez Azaústre
Publicado en El día de Córdoba
26.10.2010

OTOÑOCES no es únicamente un título escogido, con acierto sonoro, para otro ciclo más de recitales de poesía. Se podría pensar que sí, sobre todo en estos tiempos culturales, en los que la cercanía y el reto de la Capitalidad, y su valor político como ese banderín de enganche para cualquier proyecto ciudadano, da otra dimensión a cualquier proyecto literario o artístico. Otoñeces, como asociación y movimiento, como colectivo y también como verdadero acontecimiento cultural, representa algo nuevo en la ciudad, algo que no se ha hecho hasta el momento y que es patrimonio de sus entusiastas miembros, representados por Ana Castro y Juanma Prieto: osamenta y tejido, piel y sombra de una criatura viva que pudiera servir de modelo creativo, y también gestor, de una nueva forma de entender la cultura ciudadana, con un cuidado, un mimo y una inteligencia, por su porosidad brillante, no tan frecuentes como pudiera parecer.

El modelo de los recitales de poesía parecía ya agotado: lecturas en bares y en tabernas, rutilantes, pequeños, con ese eco dorado de los medios, como los que organizara Matilde Cabello en Bodegas Guzmán, pero también los institucionales, que son lugar de encuentro en esas grandes salas, con las paredes blancas como paredes de hospital, y además los recitales musicados, y las adaptaciones musicadas de los poetas locales, en escenarios íntimos, con la luz apagada, y la voz apagada y la asistencia, también, dulcemente apagada en ocasiones, como el rito secreto de un descubrimiento compartido. Entonces aparecen estos chicos dispuestos a moverlo y a removerlo todo: pero no como ruptura con todo lo anterior, que por otra parte es lo que se ha hecho siempre o casi siempre para volver a hacer, después, lo mismo, sino mediante una transformación bien meditada cuyos efectos son mucho más duraderos, por lo que tienen de combinación de cuantas variadas disciplinas pueden disfrutarse en Otoñeces.

Se trata de un proyecto distinto en el que todo suma, porque en un mismo recital puede integrar las artes plásticas, o la video-creación, o la gastronomía, en espacios tan representativos de nuestra variedad sensible como una zapatería o una pescadería en La Corredera, con una integración armónica y suave. Otoñeces, también, en el evocador patio trasero del estimulante Soul Food, con ecos modernistas un poco a lo Verlaine más sosegado, auténtico escenario del otoño, en el misterio azul de una merienda a salvo de los ruidos del asfalto, con la palabra escrita pronunciada, con lo que el poema no solamente no ha perdido su espacio primigenio, sino que lo potencia, en un contexto abierto y favorable a su degustación. Lo normal, cuando van apareciendo nuevos creadores de ámbitos culturales, es que se siga haciendo lo mismo de otra forma. Desde Otoñeces se ha logrado hacer de lo radiantemente nuevo el motivo de un poema.
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De la merienda del sábado pasado a una columna de opinión. 'Otoñeces' se engrandece, no porque los artistas otoñales den eco de ello, sino porque se involucren de semejante forma, porque sus crónicas desprendan tanto cariño, tanta ilusión. Ellos lo demuestran día a día, ya sea cara a cara, vía sms o email.
Eso es 'Otoñeces'.

20 oct 2010

De maniquíes y manzanas

La sesión otoñal del pasado 15 de octubre fue de las que hacen sentir muchas cosas a un ritmo frenético que hace difícil cualquier intento de racionalizarlas. Todo comenzó con unas puertas de madera abiertas y un público peculiar: maniquís de los años 60 ocupando las butacas. También manos intentando rozarse o, incluso, trepando por perchas y jaulas. Y así tomó vida la creación de José G. Obrero, que nos trajo a sus propias criaturas a la sala para erizar -aún más si cabe- los versos de Ángela Jiménez y José Daniel García.




Como siempre, porque a Otoñeces siempre le pasa lo mismo, hubo imprevistos de última hora, carreras apresuradas, cables que no llegaban a encarjar y formatos que no iban muy allá. También como suele ocurrir casi siempre, todo terminó saliendo bien. Y erigimos entonces al señor Antonio Navarro (y a Joaquín, que también se había visto envuelto en el previo) a la categoría de dioses y señores otoñales, por hacer que todo funcionara y por hacer posible el rozar las pupilas con la poesía (poesía a versos y poesía visual, es decir, a manzanas). Pablo García Casado no dejó de inspirarnos positivismo en todo momento, vibraciones que se acrecentaron gracias a su camisa rosa fucsia. A todos ellos, a todo el personal de la Filmoteca, mil gracias. El viernes por la tarde-noche todos fundamos una gran (y peculiar) familia otoñal).

La coordinación de Otoñeces con José G. Obrero

Llegaron las 20horas, se solucionó lo informático y pudimos otoñecer con calma (bueno, cada cual con su dosis particular de nervios). Ángela Jiménez fue perfilando vínculos poéticos con distintas películas hasta entregar la voz a José Daniel García, que recitó algunos poemas de su reciente cuaderno caníbal "Estibador de sombras" y también algo de "Coma".

Ángela Jiménez, al inicio de su recital


Ángela Jiménez durante su recital

José Daniel García durante su recital

Una vez robadas las voces de estos poetas, pasamos a atacar las pupilas, a arañar las sensibildades a través de los ojos, de figuras que deambulan por un jardín y se miran, se rozan, se piensan, se intuyen, se buscan... Entre las que se interpone una manzana.

Una de las fotografías de la serie "Siluetas (otoño)", de José G. Obrero

Fue el turno de la serie "Siluetas (otoño)", de José G. Obrero, que se puede ver abajo. Él, por su parte, no añadió nada más, ya había traído a sus "criaturas" a la sala para que interaccionaran con el público y sus fotografías hicieron el resto.


"Siluetas (otoño)", de José G. Obrero

Pero la poesía no quedaba ahí. Sí, terminaba la parte más formal de la misma pero para cerrar el círculo, para captar los matices del último trazo y atisbar el mensaje final, quedaba la proyección de 'Air Doll'. Ya lo advertimos: en Otoñeces buscamos espirales (no círculos concéntricos) y la poesía terminaba entonces, entre personajes inertes, manzanas y botellas de vino vacías. ¿Una de las impresiones? Que tener corazón duele. Pero, a veces, incluso, merece la pena. Es entonces cuando cae luz. Y dientes de león.


Para abrir bocas, el trailer de 'Air Doll'.


Como sabemos que, en ocasiones, la palabra se queda a medias, y precisamente era ésta una sesión de ojos, os dejamos el link al álbum de fotos de la sesión. Agradecemos a María González su iniciativa fotográfica espontánea, también su translado desde Madrid para manifestar el apoyo otoñal.
Lo dicho, fotografías de María González y José G. Obrero.

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'El píxel en el ojo' lo vio así.

15 oct 2010

Sentir con los ojos

Hoy el otoño no va a hablar de hojas secas. Hoy invocamos a los ojos, húmedos. Esta tarde vamos a hablar de sombras, de cuerpos inertes y figuras llenas de vida, de corazones que no laten pero sí sienten. Y para eso vamos a ir más allá de la poesía. Esperamos que hayáis dormido bien los últimos días, que hayáis descansado mucho para venir dispuestos a mirar y escuchar.

Fotografía de José G. Obrero

Esta tarde a las 20 horas nos llevamos el otoño a la Filmoteca. También a José Daniel García, Ángela Jiménez y José G. Obrero. Poesía e imagen, todo junto, revuelto y entremezclado. Algo de fotografía (¿poesía visual?) y también cine.

Tras el recital, proyección de 'Air Doll', a las 21 horas, porque la poesía no sólo se queda detrás del micrófono. También se transporta en muñecas, en ojos.


'Otoñeces' os invita un viernes más a sentir la poesía de una manera diferente, a traer los ojos cerrados e increíblemente abierto.

9 oct 2010

El tránsito y los zapatos

Si Pablo Neruda se atrevía allá por 1930 a utilizar la palabra "ortopedia" en un poema, Otoñeces también, bueno, más en concreto: apostaba por hacer un "recital" en una zapatería desafiando la ley de la calle (el tráfico...) y del sonido (problemas técnicos de cables e interferencias).

Desplegamos todos nuestros elementos otoñales por el lugar y asaltamos el escaparate. Allí estaban nuestras hojas secas, la percha, la maleta... Y nuestro recién llegado ploter (diseño de Carlos Pulido). Es de subrayar y agradecer la colaboración de todo el personal de Calzados 'Pedro Romero' que nos abrieron todas las puertas (incluidas las del almacén) y nos dieron todas las facilidades del mundo entero. Hicieron del número 4 de la calle Ángel de Saavedra la segunda casa de Otoñeces. Y nosotros más contentos que unas pascuas.

Jesús Fernández y Fran Montoro dieron la talla y sorprendieron/entusiasmaron a un público que tuvo que hacerse paso entre transeúntes, turistas extrañados y coches que reclamaban su derecho a circular por el lugar. Las voces poetiles se hicieron hueco entre las interferencias del equipo de sonido. Las fotografías del Colectivo ISO 23, Rafael de Torres y Francisco Cobo pusieron los ojos para terminar de erizar sensibilidades. Y se abrió un paraguas, y retamos a la mala suerte. Y otoñecimos por segunda vez.

Gracias a todos. Nos vemos en la próxima.

Para los que no estuvieron, pero que nos sintieron cerca, algunas fotos por cuenta de José G. Obrero:
Preparativos previos. Colocación de nuestro recién estrenado ploter otoñalrecién llegado del polígono.

Más preparativos.


Charlas previas entre los poetas.


Un dúo de lujo: Jesús Fernández y Fran Montoro.


El tránsito. Coches entre el público.


Jesús, la maleta, nuestro cartel.

Jesús durante su lectura.

Turismo oriental también para Otoñeces.



Fran Montoro durante su actuación. María Sánchez y el paraguas. Fotografía de Francisco Cobo al fondo.



Fran, para concluir. Las botas y el agua. Todos temimos por el equipo.